La venezolana que creó el primer y único club de natación artística en Cúcuta
Con Información de Proyecto Migración Venezuela
Kimberlin Riveros tiene 32 años, nació en San Cristóbal, estado Táchira (Venezuela). Se crió con su papá y su mamá, y se inició en el deporte a los dos años practicando ballet y gimnasia.
Siempre ha sido dedicada y talentosa, entre el colegio y sus entrenamientos deportivos que le tomaban la mayoría del tiempo. Su mamá es su fan número uno.
Disfrutaba su vida deportiva hasta que una lesión a los 10 años le impidió continuar sus prácticas de gimnasia. La desilusión fue muy grande pero hubo un rayo de luz que la alumbró en el camino. Por una recomendación, llegó con su mamá al Parque Metropolitano de San Cristóbal, y Kimberlin se encontró con lo que se convirtió en su gran pasión: la natación artística.
En ese momento, la Selección Venezuela de Nado Sincronizado estaba compuesta, en su mayoría, por deportistas tachirenses. Ella observó atentamente a los deportistas élite, detallaba lo que hacían en el agua, las piruetas, escuchó la música y quedó enamorada de inmediato.
“Yo me emocioné un montón cuando llegué, me sentí increíble y me emocionaba esa disciplina a pesar de que en ese momento yo no sabía nadar y empecé natación artística a los 11 años hasta hoy”, dice Kimberlin recordando ese momento.
Solo cuatro años después ya se había ganado la confianza de su entrenadora no solo por su talento deportivo sino porque demostraba ser una líder al ayudar siempre a sus compañeras. A los 15 años fue elegida como monitora de un semillero, cosa que representó un ingreso económico mientras hacía lo que más le gustaba.
Al salir del colegio empezó su carrera de educación física, recreación y deporte en la Universidad Pedagógica Exprimental Libertador (UPEL) y, simultáneamente, enfermería. Pero le costó mucho dividir su tiempo entre los exigentes entrenamientos y sus dos carreras. Luego de cuestionarse qué quería hacer en realidad y para qué carrera le alcanzaba su tiempo, finalizó la carrera de enfermería y se dedicó a ejercerla. Conoció al que es hoy su esposo, y una dura prueba les llegó, como a la mayoría de los venezolanos que padecen la crisis económica y social de su país.
No les alcanzaba el sueldo de los dos para vivir en su amada Venezuela, Kimberlin trabajaba en un hospital pero nunca logró un cargo fijo, según ella, porque los cargos se daban por afinidad política. Así que se decepcionó.
“Era terrible estar trabajando 18 horas y las únicas seis horas que podíamos descansar era para hacer colas (filas) para comprar las cosas, eso iba de mal en peor y yo no veía una salida allá”, lamenta.
Ella misma tomó la iniciativa de emigrar a Cúcuta y llegar a casa de unos familiares de su esposo. Eso ocurrió en el año 2016
Lo que ella esperaba que fuera una oportunidad, los primeros meses se convirtió en una auténtica lección de valentía y fortaleza. “Cúcuta es un lugar muy difícil. No hay muchas oportunidades de empleo. No hay muchas empresas. Me costó mucho acostumbrarme”, recuerda.
Kimberlin fue fuerte en los primeros años como migrante en Colombia. Se enfrentó a la xenofobia en esta ciudad fronteriza. La llamaron ‘veneca’ de una manera despectiva.
Trabajó como manicurista en una peluquería pero su esposo la motivó a que se dedicara a lo que en realidad le gustaba. Él recordaba que ella siempre veía competencias de nado sincronizado y le dijo: “Tú vas a ser la próxima entrenadora de la Selección Norte de Santander de nado sincronizado”, a lo que ella respondió con risas porque creía que en esa ciudad ya había varios clubes y selección.
“Kimberlin tiene mucha pasión por la natación artística, además tiene las cualidades y experiencias deportivas que se necesitan para ser entrenador. Tiene esa fuerza y ese temple que te empujan hacia adelante y sacan lo mejor de alguien”, asegura Rubén Ojeda, su esposo, quien nunca dudó que lograría aportar al país que la acogió con su talento en la natación.
La motivación de su esposo y su amor por esta disciplina la llevaron a contemplarse la posibilidad de aplicar para ser entrenadora. Empezó a investigar y se llevó una gran sorpresa; la Liga de Natación de Norte de Santander no incluía esta práctica. “A mí me brillaron los ojos y pensé: bueno, aquí no había entrenadora porque ya llegué yo”, recuerda con humor. Se presentó a las instalaciones de la Liga de Natación de Norte de Santander para consultar información y no fue recibida con mucha confianza.
En vista de su perfil profesional y todo el trabajo que había realizado en Venezuela logró convencer a las directivas y empezó a crear el primer club de natación artística en la ciudad de Los Motilones.
Haciéndose paso entre los hombres que hacen parte de esta liga y que no la veían con muy buenos ojos, dio inicio a Sincronorte después de un sin fin de papeleos en el Instituto Municipal para la Recreación y el Deporte, de Cúcuta, para tener el reconocimiento deportivo. Luego, este club empezó a hacer parte de la Liga de Natación de Norte de Santander.
Inicialmente, 10 niñas empezaron su formación, y a los seis meses de empezar a trabajar, fueron al primer campeonato del club en Cali y, para sorpresa de muchos, ocuparon el tercer lugar a nivel nacional. Ahora asisten a todas las competencias oficiales de la Federación Colombiana de Natación, y en todas ellas han obtenido medallas.
La Liga de Natación de Norte de Santander se ha posicionado en la modalidad de nado sincronizado. Un club formado hace cinco años por Kimberlin ya está siendo reconocido a nivel nacional. Ahora la miran diferente, la toman más en cuenta, ya saben que esta migrante venezolana está aportando todo su conocimiento y sigue trabajando para que Colombia resalte en esta disciplina.