Entre gaitas y pianos, un músico venezolano se abrió camino en Bogotá
Con información de Proyecto Migración Venezuela
José Ramírez lleva 14 años en Colombia enseñando música y cantando la gaita zuliana. Pasó de ser mesero a dar clases en la universidad de Cundinamarca y ahora trabaja afinando instrumentos para el cantante Carlos Vives.
En diciembre del año 2007, el venezolano José Ramírez tuvo un punto de quiebre en su vida. Lo agobió la escasez de alimentos en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, donde nació y vivió por más de 40 años. Se cansó de hacer eternas filas para llegar a la vitrina y no encontrar ni siquiera huevos.
Así decidió emprender la huida, dejar su carrera como profesor de música y comenzó de nuevo en Colombia. Cruzó la frontera de Norte de Santander junto con sus hijos y su esposa, quien es colombo venezolana. Por unas semanas visitaron a los abuelos que vivían en Cúcuta y luego se radicaron en la fría ciudad de Bogotá.
Ramírez era el director de una agrupación musical y dirigía el coro del Banco Central de Venezuela, en Maracaibo. También estaba vinculado con el Ministerio de Educación trabajando como docente en un colegio arquidiocesano, al tiempo que enseñaba música a particulares y tenía otro grupo musical. Sin embargo, al llegar a Bogotá no lo quedó más opción que trabajar en un restaurante vendiendo pollos a la broaster en el turno de la noche, por lo que se quedaba a dormir en las mesas hasta que amaneciera y volviera a operar el transporte público.
¿Quién podría imaginarse que fue justamente por este restaurante que este migrante venezolano llegó a trabajar en la universidad de Cundinamarca? Ramírez llevaba un instrumento musical al trabajo, cuando no habían clientes se ponía a cantar y a tocar el cuatro de madera que cuidaba con recelo.
Un día una persona se le acercó y lo felicitó por lo bien que sonaba, enseguida le pidió más canciones, fue entonces cuando José contó que era licenciado en música, que tenía posgrados y que su instrumento principal era el piano. Resultó que en medio de los clientes estaba el rector de esta universidad, y en un par de días Ramírez ya estaba firmando el contrato y regresando a dar clases de música en la academia.
“Yo estoy agradecido con papá Dios, ese es el que permite que se den las cosas», cuenta Ramírez con una sonrisa en su rostro y continúa recordando cómo llegó a su trabajo actual con el reconocido cantautor Carlos Vives.
Además de dar clases en la universidad de Cundinamarca, Ramírez ha trabajado con la compañía de seguros Positiva, y con la empresa Fisulab, que atiende a niños con labio y paladar hendido. En esta última compañía formó una coral con los niños, y hasta grabaron un CD con algunas canciones.
La oportunidad de trabajar con el ganador de dos premios Grammy y 14 premios Grammy Latinos le surgió a José Ramírez mientras él se desempeñaba como afinador y restaurador de pianos en Ortizo, una empresa de venta de instrumentos musicales en la capital colombiana. Allí, unos clientes llegaron al lugar en busca de alguien que pudiera afinar un piano por lo que delegaron a Ramírez. Fue su sorpresa llegar y darse cuenta de que el lugar lo frecuentaban personajes famosos de televisión. Este venezolano comenzó a ser el encargado de mantener los instrumentos para FoxTeleColombia y formar a los actores en principios básicos para tocar frente a las cámaras; trabajo que vio y valoró de primera mano el cantante Carlos Vives, quien lo invitó a su café y le pidió que le reparara su piano.
Aparte de su labor técnica y académica, Ramírez creó la agrupación Gaitas Entrepanas, junto con Jorge Díaz y Nelson Almarza, una iniciativa que nació por esa necesidad que guarda todo músico venezolano en su corazón de interpretar las melodías que tanto anhela de su tierra. Antes que llegara la pandemia por la covid-19, tocaron en muchos sectores de Bogotá, estuvieron presentes en multitudinarios eventos interpretando la tradicional gaita zuliana, un género de música típico de Venezuela, que incluso, fue declarado como bien patrimonial de interés cultural y artístico del vecino país.
Por ser un ritmo tradicional caló en el gusto de las comunidades de acogida. Las presentaciones de Gaitas Entre Panas unieron a colombianos y venezolanos, incluso, les abrieron un espacio en la basílica de Chiquinquirá, en Boyacá. Al son de tamboras, el cuatro, maracas y charrascas tocaron: “Virgen de Chiquinquirá, patrona de los zulianos, por ser vos la soberana, nuestras vidas ampará, y nuestras almas llevá, por el sendero cristiano…”, en conjunto con el cantante ícono de gaita Ricardo Cepeda, en la Galería Café Libro en el Parque de la 93, en noviembre del año 2014.
“Pero ya todo eso es del pasado, porque los sitios cerraron, los dueños cambiaron de razón social y ya no solo son restaurantes, sino también bienes raíces, otras cosas…Los espacios se han reducido, es más, yo me atrevería a decir que espacios no hay”, reflexiona Ramírez mientras cuenta que, inclusive antes de la pandemia ya se venía deteriorando este panorama; por lo que actualmente, Gaitas Entrepanas no está ensayando, solamente para eventos privados y pequeños en diferentes épocas del año.
De su última presentación con la agrupación, Ramírez recuerda la emoción de las personas, quienes anteriormente habían pedido que tocaran más que todo música bailable. “La gente se alborotó, comenzó a cantar, otros a llorar escuchando la gaita, es algo que es como un fenómeno”, rememora. Por la situación económica, muchos de los integrantes de la agrupación han ido tomando su rumbo a parte, algunos han salido del país hacia otros destinos en latinoamérica, otros piensan formar sus propios grupos, sin embargo, muchos continúan en contacto con Ramírez para seguir llevando la gaita a donde los contraten.
Sin embargo, la historia de este músico venezolano no para aquí. En diciembre del 2020 junto con su hija Paola participó en un concurso del Instituto Distrital de las Artes (Idartes) en el que ganaron dos premios, con dos canciones: la primera fue “La gaita de la arepa” y la segunda fue “Creyentes”, esta última fue presentada en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán, en julio de 2021.
“De hecho la mecánica fue interesante, un músico colombiano tomó el tema que yo compuse y lo hizo en versión colombiana, y yo tomé el tema colombiano y lo interpreté en versión venezolana… Yo me presenté con mi hija que es violinista de la Orquesta Filarmónica de Bogotá”, explica Ramírez sobre el proceso de integración del instituto.
Su hija Paola desde pequeña convirtió la música en su forma de expresión, al igual que con el dibujo. En quinto grado tuvo su primer contacto con el violín en una orquesta que, curiosamente dirigía una exalumna de su papá. Aunque ella quería interpretar la flauta traversa, optó por comenzar con el violín para estar acompañada de una amiga.
Tiempo después, Paola entró al proyecto de formación y creación de la Filarmónica de Bogotá donde creció musicalmente al punto que fue el violín principal, aunque ahora toca la viola en esa misma agrupación. En el camino se encontró con la Banda Juvenil de Chía, en la que inició a tocar la flauta traversa y ahora, además de los anteriores, hace parte de una orquesta de colombo venezolanos donde armoniza con su violín.
“La violinista”, como le decían en el colegio, siente que lo que más le ha costado en su carrera musical ha sido encontrar el camino de aprendizaje en el violín, sin un maestro. En sus palabras, muchos de sus compañeros tenían maestros particulares, sin embargo, ella se fue puliendo con las recomendaciones que le daban en la Filarmónica; y así, logró a ser la principal de estas cuerdas.
Ahora, esta mujer al igual que su papá, mantiene una agenda muy ocupada, mientras cursa su carrera en licenciatura en música con su violín en la Universidad Pedagógica Nacional, hace parte de tres agrupaciones musicales y ya tiene sus propios alumnos a los que les enseña a tocar violín.
Esta familia lleva 14 años en Colombia cultivando y cosechando riqueza cultural, entregando a los colombianos y a los venezolanos en el país, la belleza de sus melodías tradicionales, haciendo presencia en importantes escenarios y demostrando, una vez más, que son más las cosas que nos unen, que las que nos separan.